«La historia de Mayta es incomprensible separada de su tiempo y lugar, aquellos años en que, en América Latina, se hizo religión la idea, entre impacientes, aventureros e idealistas (yo fui uno de ellos), de que la libertad y la justicia se alcanzarían a tiros de fusil.» Mario Vargas Llosa nos arrastra con su prosa hacia Mayta, protagonista de una intentona revolucionaria trotskista que en la novela acontece en 1958. La reconstrucción de la historia de este personaje se lleva a cabo mediante los testimonios de aquellos que lo conocieron y la posterior confrontación de este relato, cargado de subjetivismo, con la realidad.
En Historia de Mayta un narrador innominado -que se podría identificar con el propio Vargas Llosa- se propone, desde el año 1983, que es el presente de la novela, investigar unos sucesos ocurridos en 1958. Entonces Alejandro Mayta, que fue compañero del narrador en el colegio de los salesianos de Lima, protagonizó un olvidado intento de revolución armada que para el narrador marcó la línea de partida de todo lo que vendría después: los atentados de Sendero Luminoso (aunque a esta organización no se la nombra en la novela). El narrador se va entrevistando con personas que conocieron a Mayta y que, en mayor o menor medida, fueron testigos de los hechos más importantes de su vida. A estas personas siempre se presenta contándolas que está recogiendo datos para escribir una novela sobre su condiscípulo salesiano; una novela que no intenta reconstruir la verdad sino conocer lo ocurrido para inventar un personaje creíble.
“-No va a ser la historia real, sino, efectivamente, una novela –le confirmo-. Una versión muy pálida, remota y, si quieres, falsa.
-Entonces, para qué tantos trabajos –insinúa ella, con ironía-, para qué tratar de averiguar lo que pasó, para qué venir a confesarme de esta manera. ¿Por qué no mentir más bien desde el principio?
-Porque soy realista, en mis novelas trato siempre de mentir con conocimiento de causa –le explico-. Es mi método de trabajo. Y, creo, la única manera de escribir historias a partir de la historia con mayúsculas.” Leemos este diálogo (que se repite con algunas variantes al entrevistarse con otras personas entrevistadas) en la página 86. En cada capítulo, de aproximadamente el mismo número de páginas, el narrador se entrevista con una persona que le permite reconstruir la historia de Mayta en sentido cronológico, desde sus primeros años en el colegio de salelianos, hasta su intento de inicial la revolución armada en la sierra. Para que este proceso ocurra, tendrá que darse el encuentro de Mayta con Vallejos, alférez del ejército, cuando el primero ya ha pasado los cuarenta años y Vallejos sobrepasa apenas los veinte. Este encuentro será clave en la historia: Mayta, homosexual clandestino y eterno militante de la izquierda peruana, dividida en grupúsculos cada vez más pequeños y que además no paran de pelearse entre sí, verá en el joven Vallejos la energía que puede llegar a dinamizar el cambio político pasando de la teoría a la acción.
Vargas Llosa, como es habitual en él, juega también aquí con la estructura de su novela. Se usa el recurso de la novela en marcha: el proceso de conseguir las notas de los testigos para la novela es la propia novela que el lector lee. No va a existir una elaboración posterior; pero según el narrador se está entrevistando con las personas que conocieron a Mayta ya va perfilando al personaje que va a crear, y en el mismo párrafo el lector pasa de leer lo que el personaje le cuenta al narrador sobre Mayta en 1983 a leer lo que a este personaje le ocurrió con Mayta en 1958; y todo esto teniendo en cuenta que el personaje entrevistado puede estar mintiendo y que el narrador crea un personaje consistente a partir de la información que él o bien considera verosímil o bien ha decidido inventar. Normalmente el lector sabe que está en 1983 porque el narrador habla en primera persona, y se entiende que hemos saltado a 1958 porque el narrador reconstruye la historia de Mayta en tercera persona (aunque no siempre, porque traspasada la mitad de la novela, al hablarnos de Mayta, de vez en cuando, a él se le cede el privilegio de usar la primera persona). El resultado solo podrá tener un claro regusto amargo y tragicómico. Así, aparte de conocer a un hombre, personificación de la marginalidad, hijo de un periodo de pasiones políticas y conflictos ideológicos, sabremos también de un momento clave en el devenir de América Latina, un tiempo sombrío, tiempo de reivindicación violenta de los deseos y los derechos, y, finalmente, comprenderemos las limitaciones de la verdad. Porque la historia procede de las ficciones personales. Y el lenguaje de la ficción traiciona inevitablemente la experiencia real. A menudo infravalorada, esta novela va mucho más allá de las lecturas políticas que en su momento la redujeron. Hoy, además, nos deleita con toda la altura literaria de Mario Vargas Llosa.