La presente colección de décimas populares peruanas, hecha por Nicomedes Santa Cruz, tiene múltiple interés, tanto por el autor como por la obra en sí. Desde el punto de vista documental su importancia mayor radica en que nunca ha aparecido en el Perú un libro dedicado a la décima: casi se podría tener la falsa impresión de que fuese un género menos cultivado que en otras regiones de Hispanoamérica. Investigadores como el mexicano Vicente T. Mendoza y la portorriqueña Yvette Jiménez de Báez han lamentado no contar con referencias peruanas. Más recientemente José Durand, al publicar un artículo sobre las “Décimas de la Guerra del Pacífico”, ha subrayado que en el Perú sólo se ha recogido unas pocas docenas: las iqueñas que ofreció Donaire Vizarreta, otras reunidas por Rubén Vargas Ugarte y las que dictó el anciano moreno Erasmo Muñoz (Matos Mar y Carbajal 1974). En tales circunstancias, esta selección de casi trescientas décimas llena un vacío. Parte del mismo, claro está, se origina en la escasa información existente sobre los rasgos peruanos en la composición y el canto de la décima, sobre los decimistas y sus usos en los desafíos, etc. Las noticias que Nicomedes Santa Cruz ofrece al respecto tienen un valor particular, por ser a la vez decimista y estudioso.
Este es, además, un libro múltiple, porque tiene un doble y hasta triple carácter. Puede tener una lectura exclusivamente literaria, otra histórica y una última antropológica, lo que también se muestra en el ordenamiento del material documental. Es fácil discernir la sección de décimas éditas y de análisis histórico, dirigida a exponer el desarrollo temporal de la décima en el Perú; mientras que la otra parte del libro refiere con frescura la controversia cotidiana y el valor testimonial de los «últimos decimistas", que son vistos como expresión del quehacer artístico, del folklore, de una gruesa parte de nuestras clases populares, la población urbana y rural de raíces negras. Las primeras décimas, de fuente escrita y conocidas, llevan una numeración en romano; las otras, principalmente costeñas, de fuente oral e inéditas, llevan numeración en arábigo y tienen forma de glosas. El interés existente por Nicomedes Santa Cruz, como autor internacionalmente conocido, encuentra también aquí un importante apoyo. Las décimas del vivaz y talentoso poeta negro del Perú necesitaban enmarcarse dentro de su contexto natural: las composiciones del mismo género que se escuchaban, y aún se escuchan, en los campos costeños y en los barrios populares de las ciudades.
Ahora el propio autor nos brinda textos antiguos y otros que datan de hace cuatro o cinco decenios. Se incluyen también versos de quienes fueron sus propios maestros, los hermanos Porfirio y Carlos Vásquez y el legendario Hijinio Quintana, maestro de los Vásquez. Las composiciones de dichos autores se cuentan entre lo más atractivo del libro. Santa Cruz acude asimismo a materiales de la colección de Donaire Vizarreta y al fruto de unos largos treinta años de peregrinar por la corta peruana de norte a sur. En un principio su actitud era la propia de un artista popular que quería aprender y prepararse para futuros desafíos, después como poseía una cultura más apreciable que la de sus colegas cantores ―y como la fue acrecentando luego―, de poeta popular pasó a ser lo que algunos folklorólogos llaman “de cultura popular” y otros consideran semipopulares. En realidad se encuentra en una zona fronteriza muy típica: ha aprendido de autores populares genuinos, como Porfirio Vásquez, se ha convertido en profesional, sus obras corren impresas y reimpresas, fin contar que también ha escrito poemas, al margen de las formas y usos populares con un influjo visible de Nicolás Guillén, lo que no impide que se le considere el decimista vivo más famoso y distinguido del país.