El final de la primera mitad de este siglo estará marcado, sin duda, por lo que se ha convenido en llamar la «cuarta revolución industrial». En poco más de 200 años la humanidad ha sido protagonista de tres revoluciones tecnológicas cuyas dimensiones solo pueden equipararse a la que durante el Neolítico llevó a la especie humana a abandonar el nomadismo y la economía de subsistencia (de caza y recolección) en pro de una vida sedentaria y una economía productiva (fundamentalmente agrícola y ganadera).
La vida de las personas cambió radicalmente con la primera de las revoluciones industriales, iniciada en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVIII con la incorporación de instrumentos mecánicos de tracción (como el telar, la máquina de vapor y la locomotora) y una industrialización y crecimiento urbano sin precedentes en la historia. Un siglo más tarde fueron las nuevas fuentes de energía (gas, petróleo y electricidad), los medios de transporte (avión y automóvil) y la comunicación (teléfono y radio) los que definieron la segunda transformación. Y la tercera, gestada en las últimas décadas del siglo XX, llegó de la mano de la tecnología de la información y de los ordenadores, así como de la era espacial, la energía atómica o la cibernética.
¿Qué sucede con la cuarta revolución? Hoy asistimos a sus primeros pasos como resultado de una convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas cuyo fin último será la automatización total e independiente de la producción humana. Su alcance, velocidad e impacto en la sociedad y en el ámbito laboral serán mucho mayores y de escala global. En el campo quirúrgico de la salud, las consecuencias de la digitalización adquieren su máxima expresión en la aparición de la denominada «cirugía digital», conocida también como «cirugía 4.0» o «cirugía cognitiva».
Nacida hace unos 150 años, la cirugía científica se ha desarrollado en tres fases bien definidas: el dominio de la anatomía, la sustitución de déficits anatómicos o funcionales (por ejemplo, mediante las prótesis y los trasplantes) y la disminución del impacto de la agresión que supone toda intervención. La cuarta fase que iniciamos ahora de la mano de la cirugía mínimamente invasiva y la robótica se basa fundamentalmente en el uso de la información y en la digitalización. Y, a diferencia de las transformaciones industriales anteriormente mencionadas, las tres últimas revoluciones quirúrgicas han tenido lugar en poco más de 50 años, de modo que algunos cirujanos hemos sido testigos privilegiados de ellas a lo largo de nuestra carrera.
La formación en cirugía establece sus bases a principios del siglo XX con la creación de programas en los que el cirujano adquiría conocimientos, habilidades y actitudes conforme asumía de forma progresiva diferentes grados de responsabilidad. En palabras del médico estadounidense y pionero William Halsted, la formación se resumía en la célebre máxima «See one, do one, teach one» («ver uno, hacer uno, enseñar a uno)».