Las Paradojas Cuánticas

Las Paradojas Cuánticas

El 7 de junio de 1935, Erwin Schroedinger le escribió a Albert Einstein para felicitarlo por lo que ahora se conoce como el documento EPR, un problema famoso en la interpretación de la mecánica cuántica. Poco después, publicó lo que se convertiría en una de las paradojas más famosas de la teoría cuántica.


Hace 75 años que un premio Nobel de Física, conocido por una revolucionaria teoría que implica a un gato y un átomo, visitó la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, para ilustrar a los estudiantes españoles sobre las teorías que transformaron el mundo de la física. La nueva mecánica ondulatoria, se llamaba el curso que dictó el austriaco Erwin Schrödinger (Viena, 1887-1961), a quien ahora la Universidad ha homenajeado con un nuevo ciclo de conferencias en el que han participado premios Nobel, profesores de Física e investigadores del laboratorio europeo de física de partículas CERN. Era el verano de 1934. En el recuento de los logros de la Segunda República, la renovación del sistema educativo ocupa un lugar central. Los vientos de la Institución Libre de Enseñanza no sólo transformaron los colegios del país entero, sino que llevaron también la cultura al Palacio de la Magdalena.


En 1933, el poeta Pedro Salinas fue el encargado de animar este centro de encuentro de los mejores estudiantes de las facultades españolas con profesores que traían en sus equipajes la nueva ciencia europea. En su segundo año de vida, el tema vertebrador de las conferencias fue el siglo XX, del que ya había transcurrido un tercio. Y puesto que 1900 había comenzado con la hipótesis cuántica de Max Planck y, poco tiempo después, Albert Einstein había formulado las leyes de la relatividad, la física y las matemáticas tenían que un papel protagonista en el Palacio.


Las bases de la nueva ciencia físico-matemática fue el nombre elegido para una serie de cursos en los que Maurice Fréchet y Esteban Terradas hablaron sobre probabilidad, y Blas Cabrera, que había sucedido a Ramón Menéndez Pidal como rector de la Universidad Internacional de Verano, presentó las bases de la relatividad y de la estructura atómica. Pero la estrella indiscutible del curso fue Schrödinger, ese hombre entusiasta y de aspecto algo extravagante que había recibido el premio Nobel de Física, junto con Paul Dirac y Werner Heisenberg, el año anterior.


Como señaló durante su intervención en el homenaje Luis Álvarez Gaumé, director de la división de Física Teórica del CERN, además de sus contribuciones decisivas a la creación de una de las ramas de la mecánica cuántica, el bagaje humanista y las inquietudes filosóficas de Erwin Schrödinger lo convertían en el profesor perfecto para un curso de divulgación. Se coloca un gato en una caja, junto con un átomo radiactivo. Si el átomo se descompone y el contador geiger detecta una partícula alfa, el martillo golpea un matraz de ácido prúsico (HCN), matando al gato. La paradoja radica en el inteligente acoplamiento de dominios cuánticos y clásicos. Antes de que el observador abra la caja, el destino del gato está vinculado a la función de onda del átomo, que se encuentra en una superposición de estados decaídos y no decaídos. Por lo tanto, dijo Schroedinger, el gato debe estar en una superposición de estados vivos y muertos antes de que el observador abra la caja, `` observe '' al gato y `` colapse '' su función de onda.


La comprensión crítica de Einstein de la mecánica cuántica, expresada como la paradoja de EPR con la ayuda de Podolsky y Rosen, condujo a la idea de la no localidad cuántica, un golpe crucial a la filosofía del realismo material. El propio Erwin Schrödinger tenía dudas sobre la rareza de la física cuántica, su propio descubrimiento. Expresó sus dudas en forma de una paradoja que ahora se llama la paradoja del gato de Schrödinger . Y esta paradoja también ha expuesto dificultades insuperables para la metafísica realista material.


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