Conversación en la catedral

Conversación en la catedral

 "¿En qué momento preciso se había jodido el Perú?" Santiago, de 30 años, se pregunta al comienzo de  Conversación en la Catedral. ¿Y en qué momento preciso el personaje había jodido su propia vida? Aunque las respuestas a estas dos preguntas vienen en forma de 600 páginas sombrías en proceso, los lectores que aprecian un estilo de narración no tradicional y / o una experiencia de lectura más interactiva de lo habitual pueden encontrar un regalo para ellos aquí. 


Por supuesto, no es que realmente tengan otra opción: la oscura y exigente novela política de Vargas Llosa, ambientada principalmente en el Perú de la década de 1950 durante la dictadura militar del general Manuel Apolinario Odría, tiene mucho diálogo y monólogos interiores y poca exposición. Lo que es más, las palabras y los pensamientos de los personajes a menudo se presentan en transiciones tan rápidas y abruptas que tienes que luchar para mantenerte al tanto de quién hace las preguntas y quién las responde. El final resulto, altamente intoxicante una vez que te acostumbras, es similar a espiar dos conversaciones, una hablada y otra compuesta por los pensamientos del individuo (o de los individuos), al mismo tiempo. Dado el enfoque elíptico y fragmentario empleado a lo largo de la novela, probablemente debería mencionar que la Catedral del título se refiere a un bar de clase trabajadora en Lima, donde una conversación cada vez más borracha entre el periodista Santiago y un viejo conocido llamado Ambrosio conduce a una telaraña de recuerdos e historias interconectados que exponen algunas de las razones del declive económico y moral de Perú, y por extensión, de América Latina.  La conversación en la vívida representación de la Catedral de la corrupción y la apatía, el racismo y las divisiones de clase, y la sensación de derrota que impregna una obra en la que la metáfora central es la de la vida como un burdel puede ser demasiado fuerte para algunos; Sin embargo, adopto su visión intransigente y, especialmente, su estilo experimental. En otras palabras, un buen limpiador de paladar para cualquier persona enferma y cansada de escuchar sobre el realismo mágico.


Zavalita y el zambo Abrosio conversan en La Catedral. Estamos en Perú, durante el ochenio dictatorial del general Manuel A. Odría. Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la palabra amordazada por la dictadura. Conversación en la Catedral no es, sin embargo, una novela histórica. Sus personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración. Conversación en la Catedral es algo más que un hito en el derrotero literario de Mario Vargas Llosa: es un punto de referencia insoslayable, un dato fijo en la historia de la literatura actual.


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