Este astrónomo reservado dedicó toda su vida a las teorías cósmicas centradas en el sol, ya que las preguntas más importantes sobre la fe dividían Europa hace casi 500 años.
Nacido en 1473 en la Prusia oriental (actual Polonia), Nicolás Copérnico fue lo que se dice un completo sabio renacentista, estudioso de todas las ciencias y las artes de su tiempo. Copérnico fue sacerdote católico, canónigo de la catedral de Frauenburg. Fue además matemático, físico, jurista, diplomático y economista. Menos conocida es su faceta militar, pero también destacó en la milicia, como no podía ser menos tratándose de un prusiano. La astronomía fue para él una especie de hobby, una diversión a la que acudía en sus escasos ratos de ocio. Bien, pues a pesar de todo, Copérnico ha pasado a la Historia de la ciencia fundamentalmente como astrónomo. Es nada menos que el principal introductor del sistema heliocéntrico. En aquel tiempo se llamó “teoría”, y aun hoy hay quienes dicen y escriben teoría heliocéntrica. Nosotros preferimos reservar el concepto de lo teórico, para las hipótesis que aun no han podido ser demostradas. En el caso del heliocentrismo, como en el de la evolución de las especies, sobra lo de teoría, puesto que se trata de hechos probados y patentes.
Claro está que en la época de Copérnico había que tentarse la ropa antes de hacer públicas ciertas ideas que entonces podían ser consideradas heréticas o escandalosas. Téngase en cuenta que el modelo geocéntrico imperante hasta el Renacimiento, no solo era generalmente admitido, sino que además “funcionaba”, en el sentido de que, pese a su error de base, explicaba a la perfección fenómenos tales como el sucederse de las estaciones y los ciclos lunares. El calendario que empleamos actualmente se fundamenta en el viejo modelo geocéntrico. En los albores del siglo XVI, afirmar públicamente que la Tierra gira alrededor del Sol, resultaba muy arriesgado y a cualquiera podía costar un disgusto, como le ocurrió años después de Copérnico, al bueno de Galileo.
En la década de 1530 CIRCULABAN RUMORES DE que Nicolaus Copérnico, un clérigo de la catedral en una pequeña ciudad polaca, había escrito una teoría revolucionaria sobre el cosmos. Sin embargo, para frustración de muchos, el clérigo reservado se negaba a publicarlo.
La curiosidad vino de muchos sectores. Una carta, escrita en 1536, rogaba por más información. Elogió la "nueva teoría del Universo de Copérnico según la cual la Tierra se mueve y el Sol ocupa la posición básica y, por lo tanto, central". Su autor fue el cardenal Nikolaus von Schönberg, un príncipe de la Iglesia católica.
Al colocar el sol en el centro, la idea de Copérnico anuló las ideas creadas por el astrónomo Ptolomeo del siglo II. En la teoría de Ptolomeo, el sol y los planetas orbitaban la Tierra, que se consideraba el modelo ortodoxo en todo el mundo cristiano. A través de décadas de trabajo, Copérnico había encontrado lenta y cuidadosamente una nueva forma de organizar los cielos, pero su reticencia mantuvo estas nuevas ideas aisladas del público, que solo podía especular sobre ellas.
Aristarco de Samos (310-230 a.c.) fue el primer astrónomo que propuso la teoría heliocéntrica. Sin embargo sería el modelo geocéntrico de Tolomeo (aprox. 90-168) el aceptado hasta la época de Nicolás Copérnico (1473-1543). En el siguiente texto, perteneciente al capítulo "La astronomía en Alejandría" de la "Historia de la física" del físico, astrónomo y matemático británico James Hopwood Jeans (1877-1946), este plantea que la aceptación o rechazo de una verdad científica por parte de la sociedad va más allá de una cuestión de objetividad o ajuste exacto a la realidad que se describe.